El gran erudito extremeño Mario Roso de Luna poseía una visión cíclica
de la vida. Él creía que cada cierto tiempo en la vida de las personas
sobrevienen momentos de dolor o de gozo, de alegrías o de tristeza. Y
como cuenta el propio Esteban Cortijo, mayor experto en su figura, “en
el caso de Mario Roso de Luna él mismo explica que tenía estas etapas
cada siete años. Lo que él vino a decir es que hay ciclos y cambios”.
En mi caso personal también he podido observar estas visiones o estos
puntos álgidos en el devenir de la vida. Y no por pura creencia de
teorías rosolunianas, sino por la constatación real de hechos. Desde
hace unos años me he dado cuenta de que muchos días 24 de cada mes me
ocurren cosas estupendas, sobre todo en relación a mi vocación y a mi
trabajo.
En el día número 24 de un mes no muy lejano me encontraba paseando por
Barcelona tras una entrevista bastante dura. Había salido un poco tocada
del encuentro con la persona que habló ante mi grabadora y encaminé mis
pasos hasta la boca del metro buscando un lugar que me ayudara a
reflexionar sobre mi camino vital y profesional. Aparecí, tiempo
después, en la puerta de la librería Karma.
No se trataba de una casualidad como tal, porque era el sitio donde
aquella tarde quería refugiarme, aunque sí es cierto que llegué
prácticamente por inercia, como si fuera mi sitio de entre todos los
sitios que pueblan la avenida del Paralelo barcelonés. Entre sus paredes
me sentí arropada por su pasado, por las hojas de la desaparecida
revista Karma 7 y por las plumas de todos esos locos que me preceden, de
esos niños locos que lucharon por un sueño. Y allí me recargué de la
energía y de la dignidad que necesitaba. Fue como un bautismo hacia lo
desconocido.
Salí de la Librería Karma no sólo con ganas de comerme el mundo y luchar
por mis ideales, también con una serie de libros que consideré
oportunos adquirir, entre ellos: Los Poderes Ocultos de la Mente, de Enrique de Vicente.
Los Poderes Ocultos de la Mente, de Enrique De Vicente (Fotografía: Lourdes Gómez) |
Desde el primer momento, aquel libro sobre parapsicología, ciencias
ocultas y fenómenos paranormales me enganchó hasta el punto de dejar
todo el material en el que estaba trabajando en esos momentos para
dedicarme de lleno a su lectura. Aunque esta necesidad no duró mucho
tiempo. La universidad hizo que durante algunas semanas me alejara de
las investigaciones y de la formación autodidacta en el misterio.
Ya estoy de vuelta. Y en esa vuelta la Fuerza Mayor, que diría Javier
Sierra, ha querido que vuelva a ese campo que tanta curiosidad me ha
generado, con un libro muy parecido al de Enrique de Vicente: Autores de la Imposible, lo paranormal y lo sagrado, de Jeffrey J. Kripal.
Desde sus primeras páginas ya se observa que este texto confeccionado
por un profesor de filosofía y pensamiento religioso en la Universidad
de Rice, es un homenaje a todos los momentos y personajes históricos que
se enfrentaron y siguen enfrentándose a la negación y a la cerrazón más
absoluta por parte de una ciencia que no quiere alejarse de los
paradigmas dominantes, aunque ello suponga el anclarse en pensamientos
involucionistas.
Afortunadamente, no todo el pensamiento científico comparte esta visión.
Así, lo paranormal y su estudio han sido abordados con métodos y
técnicas positivistas en diferentes momentos. El libro que nos ocupa
narra esas pequeñas historias que suponen grandes pasos para el avance
de un campo en ocasiones proscrito. Es por eso que cuando la editorial
Kairós me envió un ejemplar de la obra no dudé en embarcarme en su
lectura.
Autores de lo Imposible, de Jeffrey J. Kripal (Fotografía: Lourdes Gómez Martín) |
Si antes de iniciar esta crítica he decidido contaros algunos momentos
personales relacionados con el tema que nos ocupa es porque desde el
inicio del libro ya se habla de esos lazos extraordinarios.
“¿Qué pasaría si hubiese patrones y tramas en nuestras vidas que no pueden simplemente ser leídos y comprendidos desde la perspectiva habitual fundamentada en los sentidos? ¿Qué pasaría si las experiencias paranormales fueran un tipo de señal o reflejo en el cerebro y su caja, de esta otra dimensión del tiempo y el espacio?”
El simple planteamiento de estas preguntas invita a ir más allá de la
denominación de fenómeno paranormal. Lejos de quedarse con la existencia
de los mismos, escalón que supera y da por hecho el libro, parte de la
idea de qué son o a qué pueden deberse. Con esta visión, Autores de lo Imposible
constituye un nuevo intento de legitimar y tener en cuenta el estudio
de este ámbito, planteando un punto de vista metodológico basado en
considerar lo paranormal como un tema influyente en las creencias del
hombre a lo largo de su historia. Además, también hace un recorrido por
los intentos de estudio científico de este tipo de fenómenos.
Todo ese rosario de casos insólitos y experiencias imposibles ocupan en la actual cultura occidental un lugar curioso.
“Mientras que tales maravillas son desmentidas a gritos (o simplemente ignoradas) en los pasillos de la respetabilidad académica, son abrazadas con entusiasmo en la ficción, la pantalla y la fantasía contemporáneas. (…) La cultura popular es nuestro misticismo. La región pública es nuestra región esotérica. Lo paranormal es nuestro secreto a plena vista ¡Qué extraño!”
Así, lejos de admitir que hoy día este ámbito ha cruzado la barrera del
silencio, deberíamos reconocer que sigue ocupando parte importante de
nuestros anhelos –prueba de ello es lo que comenta Kripal en el párrafo
anterior- pero que no es abordado como tal por la mayoría de estudiosos.
Aunque sí existen algunas personas como J. B. Rhine, quien dirigiera en
el segundo tercio del siglo XX investigaciones psíquicas en la
universidad de Duke, que con sus errores y aciertos han querido
enfrentarse al estudio de estos temas. Tanto en Autores de lo Imposible como en Los Poderes Ocultos de la Mente podéis encontrar más nombres pioneros en la investigación paranormal desde el punto de vista académico.
El doctor Rhine realizando pruebas Zener en la Universidad de Duke (Fotografía: archivo Moisés Garrido) |
Un aspecto que llama la atención es el aletargamiento que nuestra
sociedad ha sufrido desde el mundo antiguo hasta el tecnológico siglo
XXI. Tal y como se plantea en el libro, hemos ido perdiendo
conocimientos en cuanto a hechos que en los umbrales de nuestra
civilización estaban totalmente asentados. Por ejemplo, Kripal diserta
sobre la precognición –o el hecho de conocer sucesos futuros- y señala
que en el mundo clásico ya era algo asentado y constatado. Así, acude a
una cita del clasicista E. R. Dodds para explicarlo:
“(…) Aristóteles inicia su discusión sobre este asunto con la observación de que es difícil tanto ignorar la evidencia como creerla sin más. Supuestas precogniciones formaron parte de la aceptada disciplina de la historia: las páginas de prácticamente todos los historiadores antiguos, desde Heródoto a Ammianus Marcellinus, están llenas de augurios, oráculos, sueños o visiones premonitorias. ¿Cómo puede un evento, estando aún en un futuro inexistente, determinar causalmente un evento en el presente? Esta fue ya la magnus quaestio para Cicerón e incluso para su crédulo hermano Quintus, como continúa siéndola hoy”.
Y no sólo se queda el libro en los albores del mundo occidental, pues
avanza en el tiempo hasta relacionar estas capacidades aparentemente
imposibles con autores y personajes famosos que también bebieron de lo
heterodoxo. Hegel, Schopenhauer o Einstein también trataron de dar
respuesta a las eternas incógnitas del hombre. E incluso otros como
Jung, con el campo de la sincronicidad, William James, a través de la
vida después de la muerte, o Margaret Mead con los incipientes programas
de espionaje psíquico del ejército norteamericano, se convirtieron en
estudiosos realmente interesados por este tipo de temáticas.
Aunque si existen unos autores en los que realmente Kripal vierte su
interés en la obra, son sin duda cuatro: Frederic Meyers, Charles Fort,
Jacques Vallée y Bertrand Méheust.
Ellos son los pilares de un libro que trata de homenajear a los locos
que forman parte de la minoría que siempre ha hecho avanzar el mundo y
el conocimiento. No os voy a resumir la historia de estos cuatro
hombres, tan sólo voy a permitirme esbozar unas pinceladas de los
aspectos que considero más importantes de su trayectoria y que son
destacados en Autores de lo Imposible. Y es que considero
fundamental que el lector interesado en conocerlos acuda a sus textos
para que él mismo se enfrente con los interrogantes y la sabiduría que
genera la lectura de sus obras. En mi caso, con Jacques Vallée, por
ejemplo, sus investigaciones y enseñanzas han supuesto un cambio notable
en mi vida.
En cuanto al clasicista e investigador psíquico Frederic Meyers me
parece que su convicción de considerar los libros y los escritos como
una suerte de telepatía no tan hija del autor como de otros
condicionantes ajenos a su voluntad con el fin de modelar la evolución
de la consciencia humana, es la prueba más palpable de que su curiosidad
se aventuró a ir más allá de lo políticamente correcto y establecido.
Este debate acerca de la autoría real de los textos lo manteníamos en
clase de Literatura y Periodismo en 3º de carrera, y siempre me resultó
difícil no considerar la inspiración una voluntad ajena a nosotros
mismos. Esto ha sido planteado en infinidad de ocasiones en distintos
círculos, y recuerdo que Javier Sierra también lo ha enfrentado en
alguna ocasión al hablar de contactismo, al igual que el prolífico
Stephen King.
De estos y otros aspectos abordados por Meyers se ocupa Kripal en su
libro, sobre todo en relación al trabajo de documentación e
investigación de campo llevado a cabo por Meyers a través de la London Society for Psychical Research
y de las reflexiones acerca de lo paranormal sobre las que él filosofó a
través de su obra. Aunque si además de todo esto hubiera que destacar
un logro o una certeza de Meyers, Kripal valora el hecho de que este
autor de lo imposible se aleje tanto del negacionismo científico como de
la manifiesta creencia espiritual, manteniéndose en el medio de ambos
puntos, para ser cauto y racional ante el material analizado sin dejar
por ello de perder el sentido de la existencia de cosas que el mundo que
le había tocado vivir aún no podía explicar. Tampoco el nuestro.
Charles Fort, por su parte, fue el hombre que huyó de la vida cotidiana
para encerrarse durante décadas en una biblioteca y catalogar todos los
recortes y pasajes de sucesos imposibles que llegaban hasta él a través
de los periódicos y de todos los documentos que encontraba en su
particular camino hacia lo ignoto.
El libro de los condenados, una obra de Charles Fort (Fotografía: Lourdes Gómez) |
Si bien Kripal habla de que Fort jamás explicó nada y no tuvo un salto
real a la hora de abandonar su coleccionismo de lo imposible para buscar
las respuestas definitivas, sí que señala la virtud que implica el
hecho de que él rechazara las especializaciones que encajonaban y
compartimentaban los sucesos. Fort creía que este punto restaba alas al
intento de ver toda esa suerte de coincidencias y hechos imposibles que
él catalogaba –y que más tarde serían denominados “forteanos” en honor a
su trabajo- como una verdad más amplia. En sus propias palabras:
“A veces soy un coleccionista de datos, solo un coleccionista, y estoy llana y miserablemente compilando notas, satisfecho con meras adiciones numéricas a mi material. Otras veces tengo alegrías, cuando me topo inesperadamente con algún relato descabellado que podría no ser del todo falso, o con alguna minucia macabra que puede volver loco a cualquier revisor más o menos cuerdo de mi trabajo. Sin embargo, siempre está ahí presenta la sensación de una relación inexplicada entre sucesos de la que me doy cuenta; y es esta lejana, persistente o a veces burlona consciencia o sospecha la que me mantiene amontonado”.
Charles Fort, al igual que Meyers, alude a una realidad que los que
intentamos enfrentarnos a lo desconocido seguimos considerando cierta.
Tal y como sostiene Kripal, Fort “llama a los espiritistas y a los
científicos las “dos tiranías” que oprimen los datos. Por un lado, los
espiritistas han tomado arbitrariamente los sucesos extraños como
manifestaciones de los “fallecidos”. Por otro lado, la ciencia
convencional se ha pronunciado en contra de todo aquello que no se
ajusta a sus sistematizaciones (…). Unos son demasiado delicados y los
otros son brutos".
Ellos sabían, igual que hoy lo sabemos los que tratamos de buscar
respuestas, que los extremos nunca fueron buenos y que los
investigadores y periodistas del misterio tienen dificultades para
separar la búsqueda real de la parodia y el ridículo con que muchas
veces se contaminan estos temas.
Jacques Vallée, es uno de los grandes autores y uno de los grandes
pioneros del estudio del fenómeno ovni. Y su virtud no sólo radica en la
búsqueda y recopilación de casos por parte de un hombre que además de
ufólogo es informático y astrónomo. Un hombre, en definitiva, preparado
como el que más para enfrentarse a una realidad negada no sólo por el
ámbito científico sino también por la mayoría de los ciudadanos que
conforman nuestra sociedad.
Allen Hynek y Jacques Vallée (Fotografía: archivo Moisés Garrido) |
Kripal narra en su libro la reunión mantenida con Vallée, la historia
personal del autor y sus diferentes hitos en la investigación ovni así
como las conclusiones que el propio Kripal saca a raíz de la lectura de
sus obras.
Si en algo se diferencia esta autor de lo imposible de los dos citados
anteriormente es en tres aspectos: él no sólo coleccionó recortes: él se
enfrenta al estudio y a la investigación de los casos para tratar de
darlos respuesta. Él, en segundo lugar, también es pionero en su campo,
aunque el hecho de que su momento histórico fuera posterior al de los
dos autores citados hace que la existencia de estudios anteriores sobre
lo paranormal no sea tan chocante como el de Fort y Meyers en su época. Y
en tercer lugar: él ha sabido unir todo ese rosario de casos y sucesos
con una realidad que trasciende a la mera observación de la luminaria
extraña o del aterrizaje imposible.
Jacques Vallée ha sabido atesorar en sus recuerdos todo lo aprendido del
folclore y las leyendas que nos preceden para relacionarlo con un
fenómeno aparentemente nuevo que invadía nuestros cielos, de forma
masiva, a mediados del siglo XX. Un fenómeno que no es otro que el de
los avistamientos ovni.
A día de hoy, todos los ufólogos y aficionados al tema reconocen y
defienden la relación entre visiones de hadas, apariciones marianas y
avistamientos de ovnis como un mismo fenómeno inalterado por el paso de
los siglos y sólo modificado por la cultura del testigo que los observa y
cataloga. Jacques Vallée fue un autor definitivo en cuanto a esta
hipótesis y su libro Pasaporte a Magonia cambió la visión del fenómeno para la mayoría de interesados que han podido tener la suerte de beber de sus páginas.
Esto es un valor que Kripal ha sabido defender en su libro, además de
esbozar las diferentes realidades que pueden explicar lo que se llegó a
denominar como “el problema número uno de la ciencia moderna”.
Pasaporte a Magonia, de Jacques Vallée (Fotografía: Lourdes Gómez) |
El filósofo y sociólogo Bertrand Méheust es el último autor de lo
imposible que aparece en las páginas del libro de Jeffrey J. Kripal.
Quizás el más desconocido de todos, es el que más se parece al autor del
libro que nos ocupa en cuanto a la hora de enfrentarse a lo
desconocido. Aunque también guarda una relación muy especial con Jacques
Vallé, ya que en ambos es definitiva la influencia de un ufólogo que
marcó, ha marcado y marca la trayectoria de todos los que quieren
abordar lo imposible y que tienen la dicha de acceder a su legado: Aimé
Michel.
Aimé Michel (Fotografía: archivo Moisés Garrido) |
Méheust, que se ha enfrentado en su obra a aspectos como los ovnis,
relacionándolos con mitos ancestrales, las abducciones o las
coincidencias, busca a través de sus textos introducir la hipótesis de
que los sucesos y los hechos no son en sí mismo algo aislado y casual.
Pueden formar parte de un mecanismo mayor que trate de influir sobre el
ser humano y que lleva haciendo notar esta influencia no sólo desde la
existencia de este fenómeno, sino quizás en toda la historia de las
creencias y las religiones.
En este sentido, es imposible no relacionar estas consideraciones con
las hipótesis planteadas por el filósofo y ufólogo Ignacio Darnaude,
quien habla de ese gran “teatro cósmico”, cargado de tintes
aparentemente absurdos y nada casuales del que no sabemos nada en su
libro: El Principio de Elusividad Cósmica.
En palabras del propio Kripal: “(…) Bertrand Méheust no cree en los
platillos volantes en cuanto tales; sin embargo, acepta nuestra
ignorancia casi total de aquello que yace tras la mitología de los
platillos volantes y se refiere a esta ignorancia, como a un tesoro
enterrado (o un rayo peligroso que hace visible lo invisible), con el
signo “X”. El mismo signo ambiguo podría colocarse sobre toda la
historia del magnetismo animal y la investigación psíquica, y de hecho
sobre toda la historia de las religiones. Hay muchas razones para creer
que realmente hay algo que aparece ahí fuera, pero, de forma muy similar
a la aparición de los platillos volantes de Jung sobre el cielo
americano, “algo es visto, pero uno no sabe qué”.
Bertrand Méheust (Fotografía: archivo Moisés Garrido) |
Para terminar, me gustaría señalar que este libro no sólo contiene la
historia de cuatro autores heterodoxos. Y en que en realidad son cinco.
Los estudios, reflexiones y circunstancias personales que Jeffrey J.
Kripal aborda en su libro lo convierten en el quinto autor de lo
imposible a tener en cuenta en esta obra.
Decía Rafael Llamas, ufólogo, odontólogo y doctor de la Universidad de
Sevilla, durante la apertura de las primeras jornadas de Periodismo de
Misterio e Investigación en la Facultad de Comunicación de la
universidad hispalense, que desde adolescente él siempre había vestido
con camisas y trajes de chaqueta. Todo porque cuando las lenguas
viperinas rumoreaban en cuanto a que una persona “aparentemente normal”
se dedicara a dejarse la piel y el tiempo en un asunto tan aparentemente
tonto como el de los ovnis, por lo menos pudieran decir: “pues no
parece un loco. Parece alguien serio y normal”.
Esta lacra, que durante tanto tiempo han mantenido estas temáticas e
intrínsecamente los que a ellas han querido dedicarse, empieza a caer
por su propio peso. Y el propio Kripal señala lo absurdo que es el que
se considere en el mundo académico que alguien poco crédulo es más listo
que los demás.
No. La incredulidad sistemática y negacionista y la ropa clásica no nos
ayudan a explicar que existen temas proscritos que es hora de enfrentar.
Y que quizás esa investigación, esa pregunta sana puede hacernos
avanzar hacia un mayor conocimiento de lo que realmente somos y del
mundo que nos rodea.
Obras como Autores de lo Imposible demuestran que se puede hacer
un estudio serio de las cuestiones más heterodoxas teniendo como
escenario el ámbito académico y la metodología del mismo.
Si tuviera que destacar algo negativo del libro sería su lenguaje
elevado y poco llano a la hora de expresar algunas ideas. A veces es un
tono que difícilmente puede seguir la mayoría de personas que quizás
puedan estar interesadas en estas temáticas. Pero, ¿Cómo acusar de
lenguaje altamente elevado cuando yo también caigo a veces en la poca
claridad a la hora de expresar mis ideas? Es un reto que debe ir
superándose con la experiencia lectora y escritora.
A pesar de ello, no puedo dejar de recomendar esta obra publicada por la
editorial Kairós y de felicitar no sólo a su autor y a los responsables
del legado que contienen sus páginas. También a la firma editora que ha
sabido apostar por la heterodoxia desde un punto de vista serio y
riguroso, como contrapunto a los compendios repetitivos que publican
algunas editoriales. Soy una ferviente defensora del arte de escribir y
del arte de confeccionar un libro. Por ello, me parece negativo que
algunos autores vuelvan una y otra vez sobre los mismos temas sin
aportar reflexiones o datos novedosos, sólo por el hecho de tener una
obra publicada.
Escribir nace de dentro. Hay que hacerlo como cura necesaria ante el
fuego y la pasión que generan algunas conclusiones a las que se llega a
través de la lectura y la investigación. Es entonces cuando no escribir
un libro sería un crimen al avance del conocimiento.
Y Autores de lo Imposible, es la cura de un escritor que desde su
instalada respetabilidad académica necesita contarle al mundo una
historia que no suele coincidir con la historia que nos han escrito.
Pero que sigue ahí: desafiándonos.
Lourdes Gómez Martín
¡Hola Lourdes! Me alegra volver a leerte en tu blog. Y enhorabuena por el excelente final de carrera, con esas notas tan estupendas. ¡Conseguiste, por fin, uno de tus sueños! Ya eres periodista con todas las de la ley. :)
ResponderSuprimirCuriosamente, este pasado viernes encargué en una librería de mi ciudad "Autores de lo imposible", que me recomendó nuestro común amigo Javier Sierra el día antes mientras almorzábamos en la Universidad de La Rábida. Tiene buena pinta y habla de autores que me interesan muchísimo. Ya te contaré...
Un saludo,
Moisés
Interesante entrada e interesante el libro que recomiendas (como siempre).
ResponderSuprimirEs complicado tratar estos temas desde un punto de vista científico por los extremistas que hay tanto en un sentido y como en otro. Esto en la mayoría de los casos supone trabajr sin medios suficientes y sin datos nuevos, lo que supone una repetición (que no está del todo mal ya que la ciencia se basa en esto) de las mismas cosas.
Ánimo con el camino que has decidido seguir.
Saludos
Hola! Disculpad en la tardanza al responder pero está siendo un verano un tanto movido por las prácticas, que apenas me dejan tiempo para nada, pero me lo estoy pasando muy bien y estoy aprendiendo mucho. También estoy intentando llevar todo al día, como el blog.
ResponderSuprimirGracias por vuestras opiniones!!
Abrazos!!